En estos días de volatilidad cambiaria, más bien de volatilidad hacia abajo, recordé esta columna de Álvaro Bardón, el gran Liberal Chileno y ex Presidente del Banco Central, quien ejerciendo el cargo, postuló eliminar esta institución y liberar dolarizar la economía chilena.
Voy a replicar su texto y dejo el link a su Blog
CHILE
Dolarización: estabilidad y crecimiento
Por Álvaro Bardón
La dolarización es una opción de interés para Chile porque facilitaría el comercio y el proceso ahorro-inversión. Desaparecería el riesgo cambiario y operaríamos con intereses como los norteamericanos. Los costos de cambiarse de moneda serían nulos y se sinceraría una situación objetiva, como es que alrededor del 80% de nuestro intercambio es en dólares. Los descalces de moneda de los balances de empresas, personas, bancos y gobierno se terminarían, así como las crisis de balanza de pagos. |
El costo del crédito menor incentivaría la inversión y tendríamos más crecimiento. Nunca más escucharíamos hablar de crisis de pagos internacionales ni del problema del dólar. La inflación pasaría a la historia, y tendríamos la misma que Estados Unidos. Seguiríamos el ciclo de ese país -igual que siempre- y su política monetaria. Esto algunos lo encuentran terrible, pero no puede ser peor que nuestro vergonzoso comportamiento monetario pasado. Ahora que estamos más civilizados, ya se nos olvidó la pobre conducta que hemos tenido desde la aparición de la banca central a mediados de los 20. Antes tuvimos problemas, pero no como los de los pasados 70 años. La estabilidad de precios y de cambios no está garantizada con gobiernos gastadores y dirigistas y da mucha más tranquilidad un patrón dólar u otra modalidad de tipo de cambio fijo y creíble que obligue al equilibrio fiscal y a flexibilizar los mercados de capital y del trabajo. La indexación y las medievales rigideces laborales han sido, en buena medida, el resultado de la inflación y el desorden económico, y su eliminación se hace más fácil si se enfrenta una paridad fija.
México y Canadá estudian usar el dólar estadounidense, y ya hay unos cinco países latinos con tablas de convertibilidad o dolarización. Es posible que ingresemos al Nafta. ¿Vamos a ser los últimos en estudiar el tema porque nuestros economistas tienen nostalgias nacionalistas o miran por debajo del hombro la conducción monetaria de Estados Unidos? ¿No ven cómo los europeos renuncian a tener moneda y se meten en una especie de patrón oro? ¿Será porque se quieren fabricar recesiones o porque les gusta sufrir ajustándose? Es, simplemente, porque se facilita el intercambio, se reducen las presiones inflacionarias y fiscales y, con esto, se logra más estabilidad y desarrollo.
El experimento de 30 años de tipos de cambio libre no ha tenido los resultados esperados. Un trabajo de K. Schuler, editado en Londres en 1996, muestra que la banca central ha sido muy costosa para los países en desarrollo. El estudio, que cubre la experiencia de 155 países desde
Al tipo de cambio fijo se le imputa un sesgo recesivo que no tiene fundamento. Las crisis y ciclos nunca llegaron a tener la abundancia y profundidad de los del siglo XX, simplemente porque antes había patrón oro y no existían los bancos centrales creadores de dinero sin costo y manipuladores de la paridad cambiaria. La profundidad de la Gran Recesión de 1929 se debió a errores de política monetaria y fiscal; es decir, al Banco Central y al gobierno, y no a la modalidad cambiaria. Las depresiones son, generalmente, fenómenos reales, de verdad, al igual que los ajustes. Los precios mundiales del petróleo y del cobre no se hacen subir con la política cambiaria chilena. El ingreso cayó alrededor de 13% en 1975 porque el precio del petróleo se cuadruplicó y el del cobre cayó a la mitad. A comienzos de los 80 se duplicó el precio del petróleo, el cobre cayó con violencia y la tasa de interés real en dólares pasó de casi cero a cerca de 10%. Obviamente el producto chileno no cayó por el tipo de cambio fijo. En el primer semestre de 1982, la economía chilena ya estaba ajustada: la balanza comercial equilibrada y la inflación negativa frente a una norteamericana de 10%. Cuando se devaluó, flotó y se aumentó con fuerza el crédito interno por el Banco Central, el dólar se disparó, y quebraron los deudores, los conglomerados y los bancos. Es lo que ocurriría en Argentina si abandonara el tipo de cambio fijo.
El ingreso cayó no por la hechicería del dólar, sino por el deterioro de los términos de intercambio, los mayores intereses y sus efectos indirectos. ¿Cómo se evitan estas pérdidas reales con la política cambiaria? Si alguien lo descubriera, le darían el Nobel. Se lo dan, en cambio, a Robert Mundell, que es partidario de las paridades fijas y de una moneda mundial para preparar el camino al patrón oro.
© AIPE
Alvaro Bardón es profesor de economía, Universidad Finis Terrae de Chile. Fue presidente del Banco Central.