domingo, 20 de febrero de 2011

El Origen y Dios. Cartas de El Mercurio.


Este resumen extraído del Diario El Mercurio, lo hago con el único fin de facilitar la lectura de lo que me ha parecido destacable sobre un tema tratado con la altura que se merece de una y otra forma de pensar.
Cito textual los párrafos y menciono bajo cada uno de ellos la dirección web donde se encuentran.
Agradezco al Diario el Mercurio, del cual soy suscriptor, por entregar cobertura a esta red de opiniones.

Viernes 11 de Febrero de 2011
El Origen y Dios

Señor Director:

La existencia de Dios no se pone en juego por la necesidad o no de un creador en el acto de inicio del universo. Si alguien dice "no necesito a Dios para explicar el origen", no está afirmando que Dios no existe, sino sólo que bastan las leyes de la física para explicar ese origen y lo que sigue.

Donde aparece más genuinamente la pregunta acerca de Dios es en la interrogante "¿de dónde vienen las leyes de la física?". Lo verdaderamente misterioso son esas leyes, ese orden universal que se ajusta tan sorprendentemente al lenguaje matemático, y el que seamos capaces de hacer un relato preciso y detallado de cómo ha evolucionado la materia desde el origen de acuerdo a tales leyes. En una palabra, como decía Einstein, que el universo sea "comprensible".

Si uno encuentra tirado un libro titulado "Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada", la existencia de Neruda no se pone en juego por el objeto en las manos ni las manchas de tinta en sus páginas, sino por el hondo significado y singular belleza de las palabras que usa y combina.

FRANCISCO CLARO

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/11/el-origen-y-dios.asp


Domingo 13 de Febrero de 2011

El origen y Dios

Señor Director:

Aunque, como correctamente argumenta Francisco Claro en carta publicada el viernes 11, si la ciencia tiene una explicación de la creación del universo que no requiere invocar a Dios, ello no implica su inexistencia, tampoco implica lo contrario.

Si, por otra parte, la pregunta sobre Dios surge del misterio de la mera existencia de las leyes de la física, como sugiere Francisco y, en consecuencia, el Dios resultante sólo permite resolver ese misterio, entonces lo que aparece no es el Dios que los seres humanos buscan -uno que intervenga en sus asuntos mediante orientación moral, consuelo, ayuda o apoyo-, sino uno ausente, que no sirve a los propósitos religiosos de la mayoría. Si Dios sólo sirve para explicar el universo, se trata de una explicación ad hoc que nada explica en verdad. Es como develar los misterios sin resolverlos.

Con todo, la ciencia tampoco tiene hoy una explicación total del universo ni está en condiciones de resolver todas las preguntas. Si es así, si ni Dios ni la ciencia proveen de una explicación que responda las preguntas, ¿cómo enfrentar esa situación?

Hay al menos dos formas: una es la de quienes prefieren seguir creyendo en una explicación divina, de arriba hacia abajo, pues eso les satisface y no les produce inconvenientes intelectuales; y la otra, es la de quienes pensamos que la mejor forma para entender el mundo la provee el método científico, que pacientemente avanza de abajo hacia arriba, mediante la formulación de modelos sustentados en conceptualizaciones crecientemente más apropiadas, contrastables con la evidencia empírica, cuyos resultados se someten a la aprobación de los pares, en un incesante camino por entender la realidad como un todo, aunque no se sepa si se llegará finalmente a ello.

ÁLVARO FISCHER ABELIUK

http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/13/el-origen-y-dios-1.asp


Martes 15 de Febrero de 2011

El origen y Dios
Señor Director:
Cuando la pregunta acerca de Dios se hace en relación con la existencia de la materia, su enfoque adecuado es el origen de las leyes de la física que la gobiernan. Pero si se hace en relación con el fenómeno humano, entonces conviene agrandar la pregunta, porque la afirmación de que el hombre es una consecuencia de sólo las leyes de la naturaleza ya implica una postura -la llamada posición reduccionista-, y las preguntas fundamentales deben ser anteriores a las posturas ideológicas. En mi carta del viernes 11 me referí sólo a la "pregunta chica" abordada en estas columnas -la del origen del universo-, y no fue mi intención hacer afirmación alguna acerca de la relación de Dios con los hombres y mujeres de este mundo, como la que lee entre líneas Álvaro Fischer, según su aporte del 13 de febrero. Si nos vamos a la "pregunta grande", la del hombre, entonces hay que hablar de conciencia, libertad y otros temas delicados que difícilmente caben en el breve formato de estas cartas.
Con su lucidez habitual, Álvaro nos plantea como alternativas de acceso a la verdad la religión y la ciencia, suscribiendo explícitamente esta última. Con sorprendente certeza, el método científico nos ha permitido comprender muchas cosas acerca de la naturaleza, incluido el estado actual del universo como resultado de una larga evolución todavía en desarrollo. Sin embargo, aún hay grandes vacíos, como el inicio mismo, que parece evadirse obstinadamente, oculto en alguna escurridiza y desconocida teoría que permita tratar el primer instante de manera confiable. Otros grandes vacíos más cotidianos que no explica aún el método científico son, claro, la belleza de una flor o la de una cantata de Juan Sebastián Bach.
Haciendo un gran acto de fe en este método, sin embargo, supongamos que los vacíos se irán llenando. La comprensión de la naturaleza y del fenómeno humano se perfeccionará paso a paso, salvo en un aspecto: su sentido. El método no alcanza el sentido de las cosas, vacío inmenso que algunos llenan asegurando simplemente que no lo hay, y otros, haciendo ese otro gran acto de fe que es aceptar un Dios creador, activo en la historia personal.
Estos dos actos de fe no son excluyentes, pudiendo alguien que cree en Dios creer también en el método científico, y apoyarse en ambos en su búsqueda personal de la verdad.
Francisco Claro
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/15/el-origen-y-dios-2.asp


Miércoles 16 de Febrero de 2011
El origen y Dios I
Señor Director:
A sabiendas de que este es el gran tema de la humanidad, me atrevo a sugerir modestamente algunos puntos de reflexión:
1. El método científico en el cual creo, y es parte de mi vida cotidiana, intentará con el paso del tiempo (años, siglos, millones de años?) develar con cada vez más certeza la explicación de cómo sucedió el inicio del universo. Y la ciencia efectivamente podría no necesitar a Dios para la explicación de "cómo" sucedieron esa secuencia de hechos. A eso se aboca la ciencia: sólo a explicar cómo sucedieron. No a explicar "por qué" sucedieron. En ese detalle hay un salto cuántico: sólo la filosofía y la teología sugieren el porqué e intuyen la existencia de Dios. No le corresponde a la ciencia demostrar su existencia o inexistencia, no tiene armas ni nunca las tendrá para ponerle punto final a esta interrogante. Un "antes del Big Bang" es la nada, sin tiempo ni espacio, y los creyentes creemos en un Dios que está más allá de las dimensiones tiempo/espacio, y de la creación de la materia.
2. Es cierto que para dicha explicación científica, lo que nos deja atónitos son las fuerzas de la naturaleza (desde la fuerzas nucleares que organizan a las partículas subatómicas, hasta la gravitacional que ordena el universo cósmico de galaxias, etc.), que son las mismas que facilitan el ordenamiento y la evolución de la materia biológica y bioquímica, tan absolutamente maravillosa que nos permite lo que sucede en este instante: que un individuo persona exprese unas ideas abstractas comprensibles por otros y discutan sobre ello. De la nada a la complejidad más sorprendente. Si a la disyuntiva azar o no azar, la respuesta intuitiva, nunca demostrable por método científico alguno, corresponde al saber humanista y no científico.
Por último, me parece sensato que los que creemos en un Dios sobrenatural y todopoderoso, no intentemos ponerle el pie encima a los agnósticos, por la suerte de tener fe o el extasiarse por el orden del universo; eso no basta para barrer con toda duda existencial. Sólo creemos en una intuición que nos parece humildemente certera, racional y maravillosa.
Dr. Santiago Ibáñez Langlois
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/16/el-origen-y-dios-ii.asp

El origen y Dios II
Señor Director:
Tiene razón Francisco Claro cuando afirma, en carta de ayer, que hay vacíos tanto de conocimiento como de sentido. Pero no parece un destino digno para las religiones que vivan de tales vacíos, etiquetando cada uno de ellos con la palabra "Dios", hasta el momento en que el método científico elimina alguno de los vacíos de conocimiento, como lo hace constantemente, o la autonomía de las personas decide sobre las cuestiones de sentido, como también hace crecientemente, sin refugiarse en el espejismo de Dios.
Recuerdo que en una de las conferencias que Claudio Magris dio en Chile, éste nos recordó que la vida de cada individuo no es más que un brevísimo haz de luz entre dos inconmensurables oscuridades -la que precedió a su nacimiento y la que se producirá luego de su muerte-, pero que, entretanto, "bien podemos tomarnos un vaso de vino", donde "vino" no alude a ese exquisito licor que hacemos de las uvas, sino a todo aquello por lo que cada persona opta para dar algún sentido a su vida. Un sentido que bien puede escamotearse adjudicándolo a Dios o ser buscado de manera consciente por cada individuo, admitiendo la posibilidad de que lo establezca sólo a medias (que será siempre lo más probable) o que lo ignore e incluso lo cancele del todo.
Agustín Squella
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/16/el-origen-y-dios-i.asp


Jueves 17 de Febrero de 2011
El origen y Dios
Señor Director:
La carta de Francisco Claro del martes 15 es un magnífico esfuerzo por sintetizar los problemas involucrados en la discusión sobre el origen y Dios. Aun a riesgo de abusar de sus lectores, me permitiré usarla como excusa para agregar algunas reflexiones que intenten explicitar el nudo de nuestras diferencias.
Francisco sostiene que mi punto de vista -asumir que el origen de las leyes de la física y el de los seres humanos son preguntas pertenecientes al mismo ámbito- es una postura ideológica, pues implica tomar posiciones antes de responder las preguntas. Y tiene razón. Pero, la postura contraria, la que él asume, es decir, que el ámbito de la física y el de los seres humanos y su sentido, son ámbitos distintos, también es, en el lenguaje de Francisco, una postura ideológica, un supuesto antes de responder las preguntas. Es que no hay cómo comenzar a buscar respuestas sin partir con postulados iniciales, en este caso, materiales o divinos.
Mi posición es materialista y monista; reduccionista, como dice Francisco, pero en el sentido preciso y razonable que le asigna el filósofo Daniel Dennett al término. La suya me parece una postura dualista -que separa cuerpo y mente, cerebro y conciencia, materia y alma-, como si fueran sustancias de esencias distintas, o alguna variante de esa postura. La materialista se construye de abajo hacia arriba; la otra, de arriba hacia abajo.
Ambos son puntos de partida posibles. Sin embargo, la mirada materialista, que es la de la mayoría del mundo científico, a pesar de no haber logrado obtener todas las respuestas aún, presenta una cosmovisión en permanente avance, capaz de unificar el ámbito de la física y sus leyes con el ámbito de la vida y sus significaciones y propósitos, coherente en lo epistemológico y consistente con la evidencia empírica. En cambio, la postura dualista no sólo tiene que hacerse cargo de probar qué es aquello que está fuera del ámbito material (o afirmarlo como axioma), sino que cuando le adscribe al Universo un origen divino, termina proponiendo como explicación de su origen a un Dios que, o bien no interfiere con los asuntos humanos, pues sólo creó el mundo y sus leyes, y, por lo tanto, no satisface las motivaciones religiosas de quienes son creyentes, o bien interviene en sus vidas, y se transforma en una postura incompatible con las leyes de la física, así como con las de la biología.
Por eso es que para comprender el mundo, muchos hemos preferido tomar como punto de partida el método científico ("fe" en la ciencia, como dice Francisco), pues su consistente progreso sobre la base de hipótesis tentativas falsables, resultado del esfuerzo colectivo y sistemático de tantas personas a través de los últimos siglos, se funda en nuestras capacidades humanas para extraer regularidades de lo que observamos, sin recurrir a respuestas divinas ad hoc que no podemos verificar empíricamente, y que nada agregan como explicación, salvo explicarlo "todo" como un axioma único, mediante un acto de fe no desafiable.
Álvaro Fischer Abeliuk
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/17/el-origen-y-dios-3.asp


Viernes 18 de Febrero de 2011
El origen y Dios
Señor Director:
En su carta de ayer, don Álvaro Fischer nos declara su postura materialista "capaz de unificar el ámbito de la física y sus leyes con el ámbito de la vida, coherente en lo epistemológico y consistente con la evidencia empírica". Veamos entonces qué nos dicen hoy las leyes de la física y la evidencia científica respecto del origen del universo.
En primer lugar, debemos considerar la universalidad de la Segunda Ley de la Termodinámica, que nos indica que el universo necesariamente tiene que haber tenido un principio. La evidencia empírica de este principio es el Big Bang , proceso ampliamente aceptado por la comunidad científica como el modelo cosmológico válido. Por otro lado, tenemos la universalidad de la relación causa-efecto en el mundo natural. Todo lo que observamos en el mundo natural está sujeto a esta relación; por lo tanto, el universo también tiene que ser el resultado de una causa anterior, fuera del ámbito de lo natural, de un creador.
Al no aceptar esta realidad basada en la evidencia científica, tendríamos que atribuir al universo características propias de una deidad como el ser capaz de crearse a sí mismo o crear orden a partir del desorden, lo que sería una forma de panteísmo. O tendríamos que afirmar que el universo ha existido siempre o que el universo se generó espontáneamente de la nada, lo que se contradice con las leyes de la física, la lógica y la evidencia empírica.
En definitiva, las leyes de la física y la evidencia científica apuntan hacia la existencia de un creador y contradicen una postura materialista como la que postula el señor Fischer.
HERNÁN ECHAURREN VIAL
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/18/el-origen-y-dios-4.asp

Sábado 19 de Febrero de 2011
El origen y Dios
Señor Director:
Quiero felicitar a Francisco Claro y a Álvaro Fischer por la altura y profundidad del intercambio epistolar que han titulado El origen y Dios, como asimismo a "El Mercurio" por su publicación. Con la intención de colaborar con aquellos lectores menos versados en estos temas, he puntualizado aquellos aspectos más relevantes de la controversia.
1º La religión y la pregunta sobre Dios nace de la incógnita sobre si la vida tiene o no sentido (preguntas grandes, según Francisco Claro), y no para responder sobre el origen del hombre o del universo (pregunta chica).
2° La principal, aunque no la única, pregunta sobre el sentido es sobre la muerte y su significado. En esta misma línea, Camus, lúcidamente, afirmó que "juzgar si vale la pena o no vivir la vida es responder a la pregunta fundamental".
3º Del punto anterior se desprende que la religión nace, al contrario de lo que afirma Álvaro Fischer, desde abajo, desde una realidad que angustia.
4º Con respecto a las preguntas grandes, la verdad es que la ciencia hasta ahora no ha hecho nada para responderlas.
5º Con respecto a la pregunta chica, se puede afirmar con cierta certeza que la ciencia sólo se articulará con Dios cuando responda la pregunta ¿por qué hay algo, y no la nada? (siendo esos "algo" las leyes naturales de la física, la energía, los universos paralelos, o lo que sea que exista).
6° Para el cristianismo, la única intervención probada de Dios en la Tierra fue la Encarnación; o sea, no fue una intervención de Dios desde fuera del mundo y, por tanto, de la ciencia, como quiere Álvaro Fischer que actúe Dios para demostrar su existencia, sino que fue una intervención desde dentro, desde la realidad del hombre. Esta intervención divina tuvo como objetivo responder a la pregunta "si vale o no la pena de vivir la vida", y no de responder a la pregunta sobre el origen del universo.
PEDRO PABLO CORREA FONTECILLA
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/19/el-origen-y-dios-5.asp

Domingo 20 de Febrero de 2011
A ciencia cierta: Tercera vía
Señor Director:
El intercambio epistolar entre Francisco Claro y Álvaro Fischer figurará en mi recuerdo -y en el de muchos- como una rica y nutritiva instancia del verano 2011. El sempiterno duelo entre el creyente y el no creyente, articulado por cada uno de ellos con lucidez, pasión, elegancia y el más completo respeto por el ocasional contendor, contrasta con la vulgaridad y las descalificaciones a las que nos tienen habituados la política, el fútbol y la farándula, las tres grandes fuentes de enfrentamientos en nuestra sociedad durante el año completo.
En la fina contienda entre el físico-músico defensor de la existencia de Dios y el ingeniero-matemático que la niega, permítaseme alzar la voz en el nombre de los que pertenecemos al involuntario limbo de los agnósticos, quienes declaramos no contar estructuralmente con los elementos necesarios para dirimir a ciencia cierta esa disyuntiva.
He intentado tomar partido por uno u otro bando cada noche y cada día de mi vida, desde que tengo conciencia de mí mismo: observando el cielo, releyendo viejos y nuevos libros, intentando seguir los alucinantes desarrollos de la física contemporánea, acudiendo incluso a la perspectiva que desde la meditación y la biología nos ofrece el inolvidable Francisco Varela; pero vuelvo una y otra vez al mismo ángulo, como viajando por una espiral donde lo único que me surge es declararme asombrado y agradecido por esta entrada gratis al breve e insondable espectáculo de lo humano. En este sentido, el limbo epistemológico no debe llamar a desprecios ni a compasiones. Está de nuestro lado la así llamada "intuición" como consuelo, y -cuando no alcanza con ella- es siempre posible hacer un guiño al sentido del humor. (¿De qué otra cosa se ha nutrido don Nicanor Parra durante su larga y fértil existencia?). No es tan malo admitir desde el asombro la pequeñez y la inmensidad de nuestra condición humana; simplemente que no sabemos y que tal vez nunca sepamos, a "ciencia cierta", gracias a Dios...
Alfonso Gómez M.
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/20/a-ciencia-cierta-tercera-via.asp

El origen y Dios I
Señor Director:
En "La confusión de Stephen Hawking", el teólogo de la Universidad de Oxford William Carroll sostiene que no hay contradicción en suponer un universo autónomo sin límites y bordes, sin comienzo y fin, con la noción metafísica de que todo cuanto "es" sí depende de Dios como causa. Lo primero, la noción de que no es necesario invocar a Dios para poner el universo en marcha supondría que en el comienzo hubo un proceso de cambio, de generación espontánea, que podría ser explicado por las leyes de la física. Sin embargo, la creación no es un cambio, "no significa poner el universo en marcha", como si algún cambio hubiese tenido lugar en ese comienzo. "La creación corresponde al origen del universo, y no a su comienzo temporal".
De lo dicho por este teólogo y la discusión en estas páginas sobre la existencia de Dios ha quedado de manifiesto que las ciencias naturales no ponen en tela de juicio la consideración metafísica de la creación. Así, creyentes y no creyentes pueden dormir tranquilos, pero con una diferencia. Para los primeros, la existencia de Dios se sostiene en la fe, y como la ciencia, con toda su potencia maravillosa, se muestra incapaz de explicar la creación desde la nada, lo que sí puede hacer un Creador, ello refuerza esa fe de que de verdad hay un antes, hay un origen. Más aún, como la gran interrogante cae en otro ámbito, en la respuesta sobre el sentido de la vida, la existencia de un Creador como responsable de la naturaleza y de todo cuanto hay en ella los deja a mejor resguardo. Es, siguiendo la metáfora de Agustín Squella, un mejor modo de beberse un buen vino en medio de la oscuridad.
Carlos Williamson Benaprés
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/20/el-origen-y-dios-i-1.asp

El origen y Dios II
Señor Director:
Hemos asistido a un interesante intercambio de argumentaciones en relación con el origen del universo y de la existencia de Dios. Es indudable que la desconcertante armonía y complejidad del cosmos, al igual que la asombrosa regularidad estructural de la materia y de la vida, obligan a suponer -en la cognición humana- un propósito y una finalidad regida por leyes preestablecidas.
Pero esto no es una prueba de la existencia de Dios. Lo divino, al igual que la fe religiosa, no es una mera creencia intelectual ni el producto de un debate científico o filosófico, sino una hierofanía; es decir, la manifestación trascendente y numinosa de lo sagrado: una certeza que no tiene ni necesita demostraciones exteriores, ya que proviene -en mayor o menor grado- de una percepción íntima y directa de Dios. Un don; algo que se tiene o no se tiene y que no depende de la inteligencia ni de la erudición, sino de la gracia divina y -tal vez- del desarrollo espiritual de cada individuo.
Sergio Peña y Lillo L.
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2011/02/20/el-origen-y-dios-ii-1.asp