domingo, 28 de marzo de 2010

A mi querido y golpeado Concepción.


Ha pasado ya un mes desde el terremoto que sacudió la tierra donde nací y que tanto amo.
Soy Penquista y lo seré hasta el día que muera, independiente de tantos lugares donde me ha tocado vivir y donde hoy o mañana resida.
Mi Padre me heredó un cariño por mi Concepción añorado, aún cuando para él era una tierra por adopción y bien supo ponerla en su corazón junto a su Iquique natal, desde donde se vino a formarnos al lado de mi madre que se había hecho gran mujer como todas las originarias de esta tierra.
Crecí en el seno de una familia maravillosa, que construía sus valores sobre un suelo que nos daba estabilidad y nos cobijaba. Vivimos intensamente cada rincón y cada barrio. Desde el Colegio nos brindó amigos y compañeros de vida que se repartían por toda la extensión creciente de una ciudad que formó su propia identidad sabiendo incorporar a nuestros rasgos locales el espíritu de la historia republicana de nuestro país.
Jugamos, reímos, lloramos, disfrutamos y sufrimos, nos enamoramos y volvimos a vivir cada momento en la riviera del Biobío y en la ladera del Cerro Caracol. Nos regimos por las horas del Campanil y alentamos en las tribunas de Collao. Desfilamos orgullosamente por la Plaza de Armas, oramos en la Catedral y nos educamos en las aulas de sus Campus Universitarios.
Tengo grabadas tantas y tantas imágenes de tantas y tantas escenas de mi vida donde el escenario siempre fue mi hermosa ciudad.
Hoy me duele lo que ha pasado con mi tierra añorada y la distancia me hace sentir impotente de no poder estar parado sobre lo que quedó de mi ciudad para ayudar a reconstruirla.
No puedo sentir enfado porque respeto la naturaleza y su orden, pero es un momento de sentimientos encontrados de dolor y de pena por la destrucción que ha quedado sobre el escenario bendito donde crecí.
No dudo en decir con toda fuerza que los saqueos y saqueadores no tienen su raíz en mi ciudad y que sí somos los que comparten lo poco que se salvó pese a las necesidades; sí somos los que nos preocupamos de poner primero a salvo a los niños y los ancianos; sí somos los que aún en el miedo respetamos a las mujeres y defendemos los derechos de las personas.
No nos oponemos a la naturaleza, pero seguiremos construyendo sobre ella y valiéndonos de todo nuestro ingenio y aprendizaje para enfrentar sus ajustes cada vez con más precisión, hasta poder convivir en sus dominios como miembros de un medio que puede ser muy hostil, pero del que somos hijos.
Creo en la reconstrucción y creo en la fortaleza de mi gente para devolver la estructura de gran ciudad; creo también en la solidez del suelo que pisé creciendo y aunque se mueva con furia vehemente, es cuna inagotable de grandes personas y es un proyecto invaluable de un lugar para vivir bien y para ser feliz.
La naturaleza nos dio una tierra mágica y esa magia nos sacudió hasta hacernos llorar por los desaparecidos y por las grandes pérdidas, pero nos ha dotado de una entereza y de un orgullo que aunque hoy esté golpeado, sin duda que lo dejaremos en la historia como uno más de los capítulos dolorosos que se va a confundir con todos los anteriores y los siguientes capítulos de alegrías que nuestra tierra nos entrega a montones.
Sufro por lo que ha pasado con mi ciudad, pero tengo la convicción de que se levantará de sus ruinas para volver a ponerse en la vanguardia. Ese es mi Concepción querido y espero volver pronto a aportar con el aprendizaje y el conocimiento que venido a buscar lejos de mi tierra.

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